Hola bloggeros,
todos los actos vandálicos que se hacen contra el patrimonio cultural son muy molestos y causan malestar e indignación. En este caso del Jardín de Ayora van más allá porque tocan lo personal. Hace daño no solo a los ojos sino a lo más profundo del alma.
El Jardín de Ayora es para mí el parque de mi infancia. Crecí jugando allí de la mano de mi abuelo Julio. Aprendí a montar en bici entre sus árboles (cuando aún se podía circular con la bici por parques y jardines). Comía la Mona de Pascua sentado en sus bancos de madera con una pelota en los pies, preparado para darle cuatro patadas. Tantos y tan buenos recuerdos... ¡Cuantas veces lo habré cruzado para ir de mi casa a casa de mis abuelos!
Hace pocos días volví a acercarme para realizar las últimas fotos para el próximo vídeo que estamos preparando precisamente sobre el Palacio y el Jardín histórico de Ayora, y me encontré con la desagradable sorpresa de que había sido pintarrajeado en la mayor parte del muro recayente a la Calle Conserva, amén de la puerta de acceso al palacete.
Como no, ha sido víctima de esta panda de delincuentes urbanos que tiene nuestra ciudad. Unos individuos que hacen lo que les da la gana cuando y donde quieren. No hay quien los pare porque la propia administración "pasa" y mira para otro lado.
¿Para qué vamos a retirar los graffitis si los van a volver a pintar de nuevo, no?, se preguntan nuestros insignes políticos.
Todo menos cortar de raíz el problema y poner los medios que venimos pidiendo una y otra vez: cámaras de seguridad, vigilancia (no se ve nunca a ningún policía ni en el interior ni en el exterior del jardín), educación y conciencia de nuestro patrimonio... No es tan difícil, de verdad. Solo hay que ponerle ganas.
Así pues, de esta guisa han dejado mí jardín. ¡Que vergüenza y que dolor siento cada vez que veo estas imágenes!... Y lo peor es que sé que esto es solo el principio. Cuando una pared es marcada por la pintada de un graffitero se abre la veda y se extiende como un cáncer.
Un saludo...
Fotos: César
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