Buenas tardes blogger@s,
compartimos las reflexiones de nuestro amigo y socio de Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural, Antonio Marín, acerca de la antigua fábrica de Bombas Gens, más aún después del reciente anuncio de compra y rehabilitación del citado edificio.
Un saludo...
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El gran problema de la definición de usos que se hacen en algunos espacios y emblemáticos conjuntos industriales, rurales y urbanos es que es concretado exclusivamente por los arquitectos o los políticos de turno.. Y ya sabemos que ambos profesionales, suelen desconocer totalmente la realidad económica, social, urbanística… de los entornos humanos donde suele ubicarse el bien cultural a rescatar, a rehabilitar. Hay algunas excepciones magníficas, como el Complejo Deportivo Cultural de la Pechina, obra impulsada gracias a la presión de la Asociación de Vecinos del Botánico.
Personalmente, en calidad de militante cultural, estimo que es vital y necesario que participen en la futura definición de usos de los rescatados conjuntos culturales, la sociedad civil activa (y me refiero a sociedad civil activa a las entidades y asociaciones que llevan demostrando durante décadas su compromiso militante y eficiente a la hora de denunciar los presuntos abusos, ilegalidades, irregularidades y desmanes que suele cometer con tanta alegría e impunidad la propia Administración y numerosos propietarios y particulares.
La efervescente moda (tan ficticia y gaseosa como otras modas) que existe ahora por recuperar el patrimonio industrial y destinarlo a otros usos de carácter rentable: residencial, comercial… no es fruto de una ocurrencia de algún magnate, acontecido durante una noche de insomnio, después de protagonizar una juerga propia de un Nerón del siglo XXI.
No. Si se habla ahora tanto de la importancia de conservar el patrimonio cultural, tanto industrial, rural, urbano… es gracias a décadas de duro trabajo de diversos colectivos cívicos, y no a la intervención divina o a la ocurrencia de algún potentado después de sufrir una resaca.
Por ello, convendría aprender a escuchar, con el debido respeto, sosiego y atención, a las entidades como Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural (heredera del trabajo iniciado antaño por Cercle Obert de Benicalap), y considerar que en nuestra ciudad no todo es y debe ser rehabilitado para transformarlo en centro comercial, en discoteca, en hotel de lujo.
Hay otros usos y hay barrios que precisan espacios destinados a la educación, a nuestros niños, a la atención y cuidado de nuestros ancianos, a las personas en situación de exclusión, que cada día aumenta gracias a nuestro sistema neoliberal.
Y tanto Marchalenes como Benicalap son zonas con altas tasas de desempleo y una gran precariedad laboral, por no hablar de la gran cantidad de personas mayores solas, que habitan en el cinturón periférico y olvidado de Valencia Norte.
Hay vida y muchas Valencias antes y después del Cabañal y de Ruzafa, los barrios de moda, que acaparan todas las portadas. Y barrios como Marchalenes, Orriols, Torrefiel, Benicalap, Zaidia… merecen la misma solidaridad y respeto, aunque no figuren como prioritarios en las agendas de la oposición y del gobierno local y autonómico.
Yo, que con pesar veo que la única ficción que realmente ha triunfado en nuestra civilización es el dinero, considero que no estaría mal que la Fundación Per Amor a l´ Art, tuviera la bondad y gentileza de considerar la posibilidad de destinar algunas de las naves de Bombas Gens) a residencia y hogar de nuestros mayores, de la tercera edad. Se lo merecen y es urgente.
Valencia necesita actuaciones eficientes, y una verdadera recuperación integral de numerosos bienes culturales, pero para ello hace falta que los usos de esos emblemáticos monumentos sean consensuado y concretados con la participación activa de aquellos colectivos y personas que llevan décadas demostrando una especial sensibilidad ycompromiso.por lograr una ciudad para todos y mucho más amable.
Algunos seguimos entendiendo la ciudad como una simple y lógica prolongación de nuestro hogar privado, de nuestra casa, de nuestro propio cuerpo, y no como un mero espacio para especular o para crear contenedores huecos y destinados a rendir culto a la vanidad o a la estulticia de los nuevos dioses y su liturgia neoliberal.
Antonio Marín Segovia
Socio de Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural
y ex Secretario y Portavoz de Cercle Obert
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