“Hace falta sentir la ciudad como un todo, como un cuerpo vivo, en constante movimiento. No se puede ni se debe dejar gangrenar ciertos miembros del cuerpo que conforman una ciudad como es Valencia, para embellecer y adornar una pequeña parte”.
Desde hace tiempo, algunos militantes cívicos y asociaciones en pro de la defensa del patrimonio, llevamos expresando nuestro malestar por la total ausencia de coordinación de las pocas entidades cívicas existentes en Valencia ciudad, y que dicen defender el Patrimonio Cultural.
A las pruebas nos remitimos, pues parece que hacer notas de prensa, publicar algunos tweets y darle a "me gusta" en facebook es la única arma que tienen algunos para decir que hacen algo.
Existen ciertas modas, ciertas ocurrencias que reciben el apoyo unánime de la prensa y de la oposición, relegándose al olvido otras iniciativas y denuncias, tan valiosas o más que las aceptadas y asumidas por la élite progresista y de la izquierda divina.
Desde hace unos años hemos constatado que el Cabanyal y Ruzafa son y serán los únicos barrios de moda, el centro de todas las miradas y deseos, igual que lo fue el Carmen allá a finales de los 70 y principios de los 80.
Todo el mundo quiere, necesita, anhela, desea vivir en Ruzafa. Todo el mundo dice querer salvar el Cabanyal, pero muy pocos se acuerdan de que la solidaridad debe concebirse como un elemento recíproco, y no olvidar nunca ofrecer el respeto a otros barrios de la periferia, que también sufren un vergonzoso abandono desde hace muchas décadas.
Llevamos años y años pidiendo ayuda en todos los idiomas existentes. Y ese grito de auxilio debe ser escuchado por los que viven en sus ficciones de moda, en su virtual mundo de caramelo y revoluciones virtuales y exquisitas.
Pero algunos de los que defienden el Cabanyal y Ruzafa como paradigmas (¿de qué?) siguen sin tener una noción de qué es una ciudad y qué modelo de ciudad queremos y necesitamos construir, día a día y de forma cooperativa.
Para saber que ciudad necesitamos y queremos construir en nuestro presente, hace falta algo más que propaganda o buenas intenciones; urge aunar esfuerzos y emplear la tenacidad, sin olvidar que para lograr los objetivos definidos previamente, es imprescindible denunciar lo injusto, lo arbitrario, lo innecesario. Y para alcanzar las metas, hay que hacer todo desde la inteligencia y usando los cauces legalmente establecidos, sin olvidar contar con todos.
Una ciudad y sus necesidades son siempre diferentes. No existen modelos a copiar, a seguir. Valencia tiene sus propios conflictos y no puede ser concebida de una manera aislada y sesgada, como se viene haciendo por parte de algunos sectores de la élite universitaria.
La ciudad no se construye a través de transformar en efímeros paraísos, ciertos espacios de moda, mientras otros núcleos urbanos de la periferia o del propio centro, son totalmente abandonados e ignorados por todos, incluso por sectores de la oposición política y del mundo universitario, nada proclive a denunciar eficientemente los desmanes y disparates del poder.
Hace falta tener una visión amplia, multidisciplinar, poliédrica y abierta de la ciudad, de nuestra ciudad, de nuestros barrios…. Hace falta sentir la ciudad como un todo, como un cuerpo vivo, en constante movimiento. No se puede ni se debe dejar gangrenar ciertos miembros del cuerpo que conforman una ciudad como es Valencia, para embellecer y adornar una pequeña parte.
Pero triste y bochornosamente, ciertos sectores supuestamente progresistas y del mundo universitario que presumen tanto de ser de izquierdas, tienen una visión sesgada y al margen de la realidad de lo que realmente es y necesita Valencia.
Seguramente esos doctos maestros, llevan recluidos demasiado tiempo en sus torres de marfil, y los dioses, en justo y merecido castigo, les han dejado ciegos, gracias a su desbordante soberbia.
También es una verdad irrefutable que la visión del actual equipo de gobierno de cómo y de qué manera debe ser concebida y tratada una ciudad, es un concepto puramente mercantilista, pero la que anhela construir cierta supuesta izquierda (cuando Moisés les conduzca a la Tierra Prometida), no es nada diferente a la visión que tiene y desarrolla Rita Barberá, aunque la izquierda guay (tipo PODEMOS – Compromís) en apariencia venda ciertas supuestas “novedades” que llevan décadas y décadas siendo aceptadas y desarrolladas con total normalidad en el resto de Europa.
La falta de eco y compromiso que han demostrado ciertas entidades, a la hora de defender y asumir ciertas campañas en favor de las antiguas fábricas La Ceramo y Bombas Gens, así como el amor por la virtualidad que demuestran muchas asociaciones, confirma que vivimos en un mundo enamorado de las modas, profundamente irresponsable, obsesionado por lo banal, lo efímero, lo ficticio, lo de “moda”, que siempre mola…
Sigue (y seguirá estando) sin estar de moda ni molar nada, eso de escribir y exigir lo que en justicia nos corresponde. También mola nada ser solidario y recíproco. Parece que el "mi barro más" o "lo nuestro es más grave" sea lo realmente importante. Establecer un ranking absurdo y banal para decidir quién ocupa el podio de la miseria y del abandono, cuando realmente la ciudad es un todo y muchos de los barrios continúan desangrándose mientras caen en el olvido.
Resumiendo, que no es momento para cultivar el hastío y la congoja entre el personal que todavía lee y piensa.
Hay todavía muchos desequilibrios y desigualdades urbanas en Valencia. Y no se podrán resolver ni tan siquiera abordar con rigor, si únicamente una élite de divinos iluminados son los que imponen sus soluciones sin ni siquiera escuchar o atender las iniciativas, denuncias y propuestas de otros colectivos y personas que sí llevamos años y años militando de manera activa y eficiente por hacer una ciudad vida, dinámica, amable, sin desequilibrios en servicios, equipamientos, infraestructuras.
Y únicamente lograremos una ciudad para todos, cuando denunciemos de verdad y con valor, los abusos que un sistema, que un régimen neoliberal impone, con inaudita brutalidad y descaro, a la inmensa mayoría de nosotros, simples trabajadores y asalariados, esclavos de nuestros propios miedos y escasas certezas.
Antonio Marín Segovia
Socio Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural